lunes, 7 de abril de 2008

El nuevo traje de la OMC. Un cuento de hadas.

Muchos recuerdan seguramente el cuento de H.C. Andersen “El nuevo traje del Rey”, en el cual dos estafadores le hacen creer a la gente que son tejedores, y que son capaces de fabricar la tela más fina que pudiera ser imaginada, no solo por la belleza de su color y su diseño, sino también porque la tela tenía la maravillosa cualidad de tornarse invisible ante cualquier persona que no fuera apta para su tarea o que fuera imperdonablemente estúpida.

En la fábula, el rey asigna una importante cantidad de dinero a esos tejedores-estafadores para tejer el fantástico traje. El temor de los ministros y consejeros del Rey en reconocer su estupidez o su inaptitud para sus funciones los obliga a ver una tela que no existe y a alabar durante su supuesta fabricación colores, diseños y texturas tan invisibles como irreales. Así es que llegada la fecha de entrega del traje, el Rey, que evidentemente tampoco puede ver el traje, intenta disimular su supuesta estupidez aceptando vestir el atuendo inexistente. Finalmente, el Emperador marcha en procesión desnudo, mientras de todas las ventanas se exclama su elegancia y la belleza de su traje hasta que un niño trae a la realidad al Rey y a su pueblo proclamando la desnudez del monarca.

La situación de la Ronda de Doha no es muy diferente. Mientras algunos tejedores, por sus intereses particulares, intentan hacer creer al pueblo y al Rey que están fabricando un traje cuyo diseño y colores son extremadamente bellos, ninguno de los ministros y consejeros del Rey quiere reconocer que la tela es invisible.

La tela es invisible porque difícilmente se pueda llegar a un acuerdo en las condiciones actuales, con posiciones e intereses totalmente divergentes y con el principal Miembro de la organización sin capacidad de negociar y aproximándose a una elección presidencial. Aún cuando hubiera tela, el vestido no será lo prometido en cuanto a su diseño y colores (la liberalización agrícola y el desarrollo), porque esos objetivos fueron quedando en el camino para satisfacer otros intereses. A pesar de esa evidente doble invisibilidad, nadie quiere ser sospechado de ineptitud para su función o de estupidez por reconocer la realidad y arriesgarse a perder su parte de los recursos que se siguen destinando al tejido imaginario.

Hoy el rey se pasea desnudo por Ginebra y provoca comentarios de admiración sobre sus bellas y llamativas ropas entre sus obsecuentes ministros y consejeros. Es hora de que alguien reconozca su desnudez.

No hay comentarios: